Volviendo a la luz es un documental que cuenta las historias de algunos judios que sobrevivieron al Holocausto nazi, entre los años 39 y 45, y que encontraron una nueva vida en el Perú. Vinieron a América para reconstruir sus vidas, en busca de circunstancias más favorables, y encontraron en el Perú la libertad: Una sociedad pluricultural abierta, un país de “todas las sangres” donde cada uno puede ser lo que es y practicar su religión sin miedo a la persecusión. Un país donde estos inmigrantes heridos lograron hacer su hogar.

¿Arte? ¿Eso qué es y para qué sirve? La pregunta hecha por correo electrónico sirve para conocer un país a través de los procesos de creación de los artistas de los cuatro puntos cardinales de Colombia que quieren participar en los Salones Regionales. Una construcción colectiva moldeada por el director del documental que permite mirar un país en el que sus creadores expresan su manera de ver la ciudad, la ecología, la diversidad y la guerra.

A través de su propia familia, la directora describe la explosión de la clase media y de la sociedad colombiana en general: el ultra-liberalismo que no deja de aumentar desde hace diez años, condenando al exilio o a la precariedad a una parte de la población que hasta entonces no había sido afectada. ¿Qué ocurre con una familia que se dispersa en cuestión de pocos años sin haber sido preparada para ello? Solos, tras haberlo perdido todo, los que se quedan tienen que luchar por sobrevivir en un país donde la familia es el núcleo de la sociedad. Los que se van intentan, cada uno a su manera, de construirse una vida en el exterior.

Cali, Colombia, año de 2002. José González, un ingeniero de sistemas de edad mediana, descubre en su piel las señales de la litomiasis, un extraño y mortal mal que, según informes de los medios, ha llegado a la ciudad desde la selva amazónica. Las personas que son atacadas por el virus mueren a los pocos días de haber contraído la enfermedad, al quedar sus cuerpos a merced de una segunda epidermis de bacterias voraces.  Horrorizado por lo que la enfermedad ha comenzado a hacer en su cuerpo, José intenta quitarse la vida. En el momento de apuntar con un revólver en su boca, es sacudido por una violenta explosión: una bomba ha sido colocada en la vecindad.  Esa noche y durante los días siguientes José descubre muchos dobles suyos, como si en la ciudad se hubiera multiplicado hasta el infinito su ego estallado y enfermo. Todos los dobles están infectados con el mismo virus y se están matando entre si en interminables luchas fratricidas. Y todos se igualan en crueldad, más allá de las razones que hagan justicia a sus luchas.

Noviembre 6, 1985: Rosalbina León, enferma en su cama, se entera por televisión que el movimiento guerrillero M-19 ha tomado el Palacio de Justicia de Bogotá. Su hija Luz Mary la reemplazaba ese día en la cafetería del Palacio. En otro lugar, Pilar Navarrete, esposa de Héctor Beltrán, al escuchar la noticia, busca ayuda, mientras que Sandra Beltrán va con su madre a la Plaza de Bolívar para indagar por la suerte de su hermano. Tras 28 horas de enfrentamientos entre el ejército y los guerrilleros, con un saldo de más de 100 víctimas, las familias de los trabajadores de la cafetería y los visitantes ocasionales inician una búsqueda que aún no termina: sus familiares fueron víctimas de la desaparición forzada. Magistrados, exmiembros del grupo guerrillero, familiares, periodistas y abogados, hacen un recuento de los hechos. Vemos cómo Rosalbina, Pilar y Sandra continúan su búsqueda a lo largo de 22 años, participando cada 6 de noviembre de las conmemoraciones. Enfrentamos un caso jurídico: ¿Cómo entablar una demanda penal e internacional? ¿Con qué pruebas se cuenta para afirmar que los trabajadores salieron con vida del Palacio y fueron desaparecidos? ¿Qué sucede cuando las presiones han hecho que la Corte Suprema de Justicia constituya una Comisión de la Verdad para esclarecer los hechos?